Reichardt y la polémica: llamó “enfermedad mental” al electorado opositor y luego intentó matizar sus palabras

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La candidata de La Libertad Avanza, Karen Reichardt, generó controversia tras afirmar en una entrevista radial que quienes votan por el kirchnerismo o la oposición padecen una “enfermedad mental”. Tras la fuerte repercusión mediática, explicó que usó la expresión “con la mejor intención” y defendió que hablaba en términos simbólicos. Las redes y los analistas reaccionaron con críticas y cuestionamientos éticos.


Qué dijo Reichardt y cómo se originó la polémica

Durante una entrevista en Radio Rivadavia en el programa conducido por Jonatan Viale, Reichardt fue consultada sobre a qué segmento del electorado debía apuntar. En ese marco, afirmó: “Porque el otro, de verdad, es una enfermedad mental”.
Ante la repregunta sobre si esa definición aplicaba a quienes no votan a su espacio, la candidata precisó: “No es que las personas piensan distinto. Es un tema cultural … Es una enfermedad mental. Es una manera de decir cuando tenés una enfermedad en la cabeza, un chip”.

La declaración suscitó el inmediato reclamo del panelista Lucas Morando: “Hay gente que piensa distinto, Karen, no son enfermos mentales”. Reichardt respondió que no se trataba de pensamientos opuestos sino de algo “más profundo”, ligado a una incapacidad para “ver otra mirada”.

La reacción pública y el “arreglo” discursivo

Ante el fuerte rechazo, Reichardt publicó luego una aclaración: “Hablé con la mejor intención”, dijo, y aseguró que en sus palabras se entendió “lo que decían los oyentes” del programa.

No es la primera vez que la candidata protagoniza controversias. Días antes, hubo revuelo por tuits antiguos en los que usaba expresiones agresivas contra sectores sociales (“negros”, “villeros”, “planeros”) y contra Lionel Messi.
También ha sido noticia por definir al kirchnerismo como “una enfermedad mental” en redes sociales.

Dimensiones políticas y riesgos comunicacionales

  • Desde lo político, esta declaración llega en plena campaña legislativa y podría reforzar la polarización: los opositores usarán este episodio como ejemplo de descalificación y falta de respeto.

  • En el plano del discurso público, asociar una “enfermedad mental” con una posición política no solo resulta éticamente cuestionable, sino que puede estigmatizar a personas con trastornos reales.

  • Ya en el campo mediático, algunos medios destacan que al intentar “moderar” la frase (“dije enfermedad, no enfermos mentales”), Reichardt buscó mitigar el impacto sin retractarse completamente.

  • Para el oficialismo, puede jugar contra la estrategia de discurso “moderado” que vienen intentando proyectar en los últimos días.

Las palabras de Karen Reichardt despertaron un debate que va más allá de la campaña electoral: interpelan cómo se habla, cómo se construye lo político y qué límites se cruzan al mezclar salud mental con diferencia ideológica. Aunque intentó suavizar su frase, el daño simbólico ya está hecho y los ecos de la polémica perdurarán en las redes, en los medios y en la memoria del electorado.
En campaña, cada palabra cuenta —y algunas pueden cobrar un costo que no se puede enmendar con un apunte post facto.