Del “riesgo Kuka” al “riesgo locura de Milei”: el nuevo capítulo de la gobernabilidad

Un nuevo capítulo se abre en Argentina: luego del acto de Milei en el Movistar Arena, un sector del periodismo y del análisis político advierte que el presidente dejó de ser interpretado como un outsider audaz para empezar a ser visto como una figura de riesgo. Entre el despliegue escénico y la gravedad de la crisis económica, la paradoja del espectáculo político gana terreno.
1. Entre riesgo económico y riesgo simbólico
El editorial de Jorge Fontevecchia plantea una pregunta clave: ¿es la crisis económica la que genera el desgaste político del gobierno, o es el propio enfoque político del presidente el que mina las bases económicas y sociales? En ese juego de causa y efecto, los analistas suman un nuevo concepto: el riesgo locura de Milei.
Durante el acto del lunes, Milei desplegó su perfil más teatral: música, puestas visuales, explosiones en video que generaban símbolos potentes. Pero en el medio de ese show, el país vive elevados costos, inflación constante y denuncias sobre corrupción. Para muchos, esa dicotomía convive con mucha tensión simbólica: ¿cuánto puede tolerar el electorado esa teatralidad cuando la economía presiona?
2. El “loco bueno” vs. el “loco malo”
Una de las tesis del editorial es que Milei hace una apuesta: prefiere que lo vean como “loco” antes que como corrupto. La “locura” política le da margen simbólico, apela al outsider, al vanguardismo irreverente. Pero ese signo “locura” no es fijo: depende del contexto. Lo que ayer era auténtico ahora puede transformarse en sinónimo de descontrol, de falta de seriedad.
Así, el acto musical vale como una jugada política: distrae el foco, cambia el relato, desacopla símbolos. Pero si la economía no adapta su narrativa, ese truco simbólico puede volverse telón de fondo para que lo esencial pierda visibilidad.
3. El desgaste del espacio político
Mientras tanto, el espacio de Milei ya muestra fracturas: la renuncia de Espert, los escándalos mediáticos, la tensión con operadores internos, las filtraciones judiciales. Esos problemas que parecían secundarios se mezclan ahora con el estilo del liderazgo, y el riesgo se vuelve múltiple: no solo el riesgo financiero, sino el riesgo político-institucional.
El editorial subraya que el espectáculo puede funcionar mientras el país está en calma. Pero cuando latente está la fragilidad del modelo económico, cuando el dólar presiona, la cultura del show puede transformarse en espectáculo que oculta la crisis.
El editorial de Fontevecchia traza una luz de advertencia: el acto rockero de Milei no es solo una extravagancia de imagen. Es parte de una batalla simbólica que ahora compite con la realidad económica.
Cuando el liderazgo se conjuga con el exceso performático, cuando “ser distinto” empieza a percibirse como errático, la locura deja de ser virtud y deviene riesgo. Para el oficialismo será esencial demostrar que detrás del show hay gestión, resultados concretos, viabilidad. De lo contrario, el signo político podría invertirse y, en lugar de un líder radical, quedar la figura del dirigente inestable.





